viernes, 3 de diciembre de 2010



Crisis de 1929 y Estado del bienestar



Como una reacción a los cambios económicos y políticos en torno a la Primera Guerra Mundial, se sentaron las bases del estado del bienestar. Durante el siglo XIX, el liberalismo económico había concebido al Estado como un mero garante del orden público, sin legitimidad para intervenir en la actividad económica de la nación (estado mínimo). Sin embargo, de manera progresiva, el Estado había tenido que intervenir en la regulación de las condiciones de trabajo, a través de las leyes sociales, creando el moderno Derecho del Trabajo, como una manera de responder a los apremiantes problemas derivados del industrialismo y desactivar la bomba de tiempo que representaban las aspiraciones del movimiento obrero.

Sin embargo, fue después de la Primera Guerra Mundial cuando se produjo el cambio teórico fundamental. El economista John Maynard Keynes observó que la oferta económica es reflejo de la demanda (no al revés, como planteaba clásicamente la ley de Say), y por ende, la manera de levantar una economía deprimida (fase baja del ciclo económico cuya misma existencia era discutida por los teóricos del libre mercado) era subsidiando la demanda a través de una fuerte intervención estatal. Consciente de las consecuencias negativas de las cláusulas económicas del Tratado de Versalles, había predicho que los pagos a que se obligaba a Alemania, junto con el endeudamiento (tanto de ésta como de las potencias vencedoras) con Estados Unidos, provocaría un desorden financiero internacional con consecuencias funestas. No obstante, los años veinte fueron los felices veinte, propicios a la especulación, la compra a crédito y el consumismo, al menos en Estados Unidos (un pollo en cada cazuela y dos coches en cada garaje, era el slogan electoral de Herbert Hoover), que sólo parecía deslucirse por la ley seca y el gansterismo. La crisis de posguerra, fruto de la desmovilización, no tuvo consecuencias muy graves en las economías, a excepción de la alemana, sometida a una terrible hiperinflación. Los consejos de Keynes fueron desoidos, y no se acogieron por parte de los gobiernos hasta después de que la Gran Depresió posterior al crack de 1929 (momento en que estalló la burbuja de especulación financiera) literalmente arrasó el mercado de valores, y tras él el sistema productivo y el mercado laboral generando un pavoroso paro masivo. El recurso generalizado al proteccionismo deprimió aún más el comercio internacional y acentuó la depresión económica.


Segunda Guerra Mundial


Garantizada la colaboración de Stalin por el Pacto Germano-Soviético, Hitler se decidió (1 de septiembre de 1939) a la incorporación de una de sus reivindicaciones expansionistas más delicadas: el pasillo de Danzig, que implicaba la invasión de la mitad occidental de Polonia (la mitad oriental, junto con Estonia, Letonia y Lituania fue ocupada por la Unión Soviética). Inglaterra y Francia declararon la guerra, que esperaban como una repetición de la guerra de trincheras para la que habían tomado toda clase de precauciones que demostraron ser del todo inútiles. Las maniobras espectaculares de la blitzkrieg (guerra relámpago) proporcionaron en pocos meses a Alemania el control de Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica y la propia Francia, mientras el ejército británico escapaba in extremis desde las playas de Dunkerque. Prácticamente todo el continente europeo estaba ocupado por el ejército alemán o por sus aliados, entre los que destacaba la Italia fascista, cuya aportación militar no fue muy significativa.

La batalla de Inglaterra, la primera completamente aérea de la historia, mantuvo durante el periodo siguiente la presión sobre el nuevo gobierno de Winston Churchill, decidido a la resistencia y que finalmente venció, entre otras cosas gracias a una innovación tecnológica (el RADAR) y al decisivo apoyo estadounidense, que negoció en varias entrevistas con Roosevelt (Carta del Atlántico, 14 de agosto de 1941).


En 1941 la necesidad estratégica de ocupar los campos petrolíferos del Cáucaso llevaron a la invasión alemana de la Unión Soviética (operación Barbarroja), inicialmente exitosa, pero que se estancó en los sitios de Leningrado y Stalingrado. Al mismo tiempo, los japoneses atacaron Pearl Harbor (7 de diciembre de 1941), provocando la entrada de Estados Unidos en la guerra. En el norte de África, la batalla de El Alamein (1942) frenó el avance alemán desde Libia hacia Egipto.


El periodo final de la guerra se caracterizó por las complejas operaciones necesarias para los desembarcos aliados en Europa (Sicilia, septiembre de 1943, Anzio, enero de 1944, Normandía, junio de 1944) y el hundimiento del frente oriental en el que se dieron las más masivas operaciones de tanques de la historia (Batalla de Projorovka, julio de 1943), mientras en el frente occidental los alemanes experimentaban armas tecnológicamente muy desarrolladas, y soportaban bombardeos destructivos sobre sus ciudades a una escala nunca antes vista (Bombardeo de Dresde, febrero de 1945).

Muertes de la segunda guerra mundial





No hay comentarios:

Publicar un comentario